Por Ricardo Bustos
Culpar a una ideología o partido político cuando en un país se sale de madre la situación social es, al menos en la lógica, lavarse las manos literalmente y no haber solucionado a tiempo los problemas que se van presentando en un período de gobierno.
Las imágenes que hemos podido ver los argentinos en las pantallas de televisión, con motivo de la marcha «desorganizada» a la que convocaron un grupo de caudillos devaluados y con aspiraciones políticas de alto vuelo, han demostrado que ya no pueden controlar ni a los suyos pero, por acuerdos logrados en las oscuras noches de la decadencia moral argentina, conducen centrales sindicales que solo pueden mantener su endeble poder con marchas y cortes de ruta que llaman la atención de la prensa y por lo tanto reproducen hacia toda la sociedad, aunque el pueblo ya conoce esas metodologías baratas y ha comenzado a dar la espalda a este tipo de inescrupulosas actitudes políticas.
En el mes de marzo del año 1994, por mi tarea profesional de Locutor Oficial en la Gobernación, comencé a recorrer la Provincia de Buenos Aires y todos los partidos o Municipios, que la integran con motivo de la realización de actos institucionales donde se presentaba el señor Gobernador, la mayoría relacionados con inauguraciones de obras que iban desde las famosas 400 Escuelas, 7 hospitales de complejidad alta o media, 6 unidades penitenciarias, accesos a pueblos del interior, redes de gas domiciliaria y muchas obras mas que no viene al caso mencionar pero, sin el menor ánimo de defender a una época político institucional del país, colaborar para descubrir la mentira de un relato que nos tuvo encerrados en una burbuja durante 12 años.
Mi tarea, junto a mis compañeros (todos ellos profesionales de Ceremonial y Protocolo) era específica y nada tenía que ver con lo político, porque en su gran mayoría el personal es de carrera, aunque hubo y seguramente habrá casos aislados en donde algún funcionario tenga afinidad con el gobernante en funciones.
Desde el año que ingresé a prestar funciones hasta que me retiré, pude recorrer muchas veces toda mi provincia, de norte a sur y de este a oeste. he llegado a dormir mas noches en hoteles que en mi propia cama por la intensa actividad y no me arrepiento de nada, pero si puedo relatar con argumentos sólidos, que una cosa es la inmensa provincia interior, con sus bellos pueblos, cuya gente solo sabe de trabajo y esfuerzo y otra muy diferente es el «conurbano», cordón que rodea a la Capital de la nación y donde habitan la mayor cantidad de ciudadanos del primer estado argentino.
En ese lejano interior bonaerense, la mayoría de sus pueblos cuentan con todos los servicios porque son los propios intendentes quienes se encargan de recorrer semanalmente los Ministerios, buscando fondos para mejorar sus distritos y reclamando lo que les corresponde por Ley. A diferencia del «Conurbano», en el interior de la Provincia de Buenos Aires, los colores políticos se mezclan entre vecinos y todos tiran para el mismo lado pensando que para disputas políticas están las elecciones.
Recuerdo como si fuera hoy, al recorrer cada uno de los Partidos del Gran «conurbano», la mugre en sus calles, el agua servida recorriendo el cordón de las veredas, pozos por todos lados, inexistencia de cloacas, gas natural en muchos barrios, pobres redes de energía eléctrica, déficit en el transporte de pasajeros, crecimiento de barrios marginales, hospitales colapsados, escuelas que dan prioridad a los comedores y docentes que deben desdoblar su actividad curricular para ayudar a quienes sirven el alimento a los niños que asisten al establecimiento solamente para eso…para comer.
Desde el año 2003 a la fecha mucho ha cambiado en mi país, aunque lamentablemente haya sido peor la situación que debimos afrontar gran parte de los millones de argentinos a quienes se nos excluyó por no pertenecer a la «banda del relato» que fué desenmascarada una vez fuera del poder y hoy están desfilando uno tras otro por los tribunales del país.
Si dejo sin alimentos a mi familia, seguramente podré comprobar sin ningún tipo de inteligencia superior que su salud tendrá notorios deterioros y por ende el resto de su comportamiento social. Lo mismo sucedió con quienes hoy culpan a la actual gestión de haber «producido nuevos millones de pobres, negando que esa misma pobreza no se fabrica de un día para otro y cuesta mas eliminarla que producirla.
Según UNICEF, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, Cristina Fernández viuda de Kirchner, terminó su mandato presidencial (ayer nomás) con 4 millones de chicos sumidos en la pobreza. Esto quiere decir que tres de cada 10 niños eran pobres en la Argentina a fines de 2015.
Pero hay un dato más preocupante: cerca de 1,1 millón vivía entonces en la pobreza más extrema a pesar de los años de crecimiento a «tasas chinas» en la última década y con todo el poder político y económico en sus manos.
La nueva política con viejos dirigentes no existe, pero a los jóvenes alguien debe formarlos y con los maestros que hoy disponen no veo en el corto plazo algún cambio que nos muestre a los argentinos un camino de esperanza que vuelva a poner en marcha el país que alguna vez habitamos.
Mientras los caudillos políticos, sindicalistas, punteros y laderos que someten a su gente sigan acumulando millones en sus arcas, será muy complicado intentar sacar de la banquina de nuestra vida a los millones de excluidos que ha dejado este tenebroso sistema político que impera en la nación hace mas de 60 años, haciendo cómplices de las desgracias ajenas a «todas y todos» y a los que no hemos participado de ese robo a cielo abierto.
Quizá lo mas lamentable de esta etapa que nos toca superar no sea nuestro fracaso sino la continuidad del fracaso de quienes nunca tuvieron la oportunidad de salir de esa eterna indigencia que alimenta a los políticos, vacíos de todo sentimiento humanitario.
«Con una mentira suele irse muy lejos, pero sin esperanzas de volver», proverbio judío.
El autor es: Locutor Nacional-Comunicador.
Capiovi Misiones, Argentina
DNI 7788556